La verdadera realidad la encontraréis bajo estas lineas

miércoles, 28 de abril de 2010

El chunda chunda

Era una tarde apacible de verano. El sol brillaba en lo alto y no había ni un rastro de nubes en el horizonte. La mar estaba preciosa con tonos verdes y azulados como esmeraldas relucientes que se mezclaban con la fina e inmaculada arena. Las palmeras erguían sus troncos hacia el cielo también azul zafiro. Se respiraba tranquilidad y armonía en aquella playa virgen y remota del mar Caribe. Pero llegaron ellos. Arribaron como una piara maloliente en plena misa de resurección, como una manada desbocada en medio de la delicada Marcha Radetsky del concierto vienés de año nuevo. Venían con su tocata a todo volumen con música de "rumbita" callejera, su nevera portátil llena de Presidente y sus continuos gritos que se podían escuchar 20 millas mar adentro. Allí estaban los de siempre con su chunda chunda.

martes, 27 de abril de 2010

Insomnio

Estaba en la flor de la vida. Cincuenta años recién cumplidos, una empresa con beneficios multimillonarios y una familia que lo adoraba. Sin embargo su cabeza no podía descansar por las noches. Siempre estaba dando vueltas y vueltas al mismo tema que no lo dejaba conciliar el sueño. Apenas dormía, dando pequeñas cabezadas, una hora al día. Se sentía prisionero de sus recuerdos y de su conciencia y no lo podía compartir con nadie porque sabía que lo más probable era que sus usureros amigotes lo llamaran tonto. La voz de sus víctimas retumbaba en su cabeza como el eco en un profundo valle rodeado de montañas. No era feliz porque sabía que había dejado muertos en vida a miles de personas simplemente por tener más beneficios con la excusa peregrina de una crisis económica. Nunca sería feliz y lo sabía.

lunes, 26 de abril de 2010

El constructor

Le resultaba curioso pero se callaba como si tuviera un bozal puesto en la boca. No entendía por qué la gente ante cosas absurdas y mentiras infames se callaba. Bueno, mejor dicho, primero se callaba y luego protestaba pero sin hacer nada para cambiar las cosas. La última gota que había llenado el vaso eran los datos del paro. No entendía la necedad de la gente. Sabía que tenía que hacer algo para cambiar las cosas pero también sabía que la situación había llegado a un callejón sin salida. Bueno, él tenía una, pero seguro que no era del agrado de los estómagos agradecidos, funcionarios, sindicalistas, políticos y demás chusma. Había que empezar de nuevo. Tirarlo todo y construir el país desde los cimientos, hacía falta un bombardeo e iniciar la historia de nuevo. A él le iba a venir bien, era constructor.

viernes, 23 de abril de 2010

La cuarentona

Los árboles ya estaban en flor y los animales se estaban poco a poco desperezando del largo y frio invierno. La nieve de los altos picos poco a poco se iba derritiendo formando cientos de serpenteantes y juguetones riachuelos que bajaban ladera abajo hasta morir en el gran lago. Allí era donde ella tenía su cabaña. Era de madera de roble y el tejado de ramas de un arbusto llamado escoba. Tenía un buen trabajo, un buen coche, una casa preciosa en un lugar idílico pero sin embargo le faltaba rellenar el gran hueco que tenía en el corazón. Eso que algunos llaman amor. Se sentía vacía por dentro y ahora a sus cuarenta y siete años recién cumplidos se arrepentía de todas las tonterías que había hecho en su vida. ¡Cuantas calabazas había dado! ¡Cuantos hombres había puesto en evidencia! ¡Cuantas miradas había echado por encima del hombro creyéndose la Reina de Saba! Ahora solo le quedaba intentar llenar ese gran vacío con recuerdos de lo que podía haber sido.

jueves, 22 de abril de 2010

El argentino

Lo sentía cada vez más cerca. Su llegada era inminente y eso le hacía sentirse intranquilo. Podía percibir el calor de su hediondo aliento en la nuca y en vez de ponerse a correr estaba inmóvil y petrificado como una estatua de acero oxidado. No se podía creer que le pasara esto otra vez. Quería pensar que era un mal sueño pero ya se había dado cuenta de que no podía despertar. Allí estaba él, en medio de la calle esperando el fatal desenlace. Solo e indefenso ante el peligro. No podía ser que le pasara tantas veces. Ya era tarde para huir porque ya estaba allí. Manuel había llegado y ya lo estaba saludando. Deseaba que se lo tragara la tierra porque no hay cosa peor que pasar el día entero con un argentino. Al final del día le sangraban las orejas y tenía jaqueca. Lo peor era que después de doce horas no había podido pronunciar ni una triste palabra y se sabía la vida entera de Diego Armando Maradona de memoria.

viernes, 16 de abril de 2010

Ansiedad

Llegó un momento en su vida en el que no pudo soportar más leer la prensa. Veía los diarios y periódicos y le daban arcadas, le salían sarpullidos por todo el cuerpo y sentía opresión en el pecho debido, todo ello, a la ansiedad que esto le provocaba. El alprazolán era su compañero habitual. Cada día tenía que tomarse ocho o nueve pastillas para aliviar las taquicardias y el nerviosismo contínuo que le hacía, incluso, rechinar los dientes. Había llegado a una conclusión debido a la imparcialidad de la prensa y a la basura que intentaban vender a diario los lobbys empresariales que pertenecían a los de siempre y que la mayoría de los mortales se creía. La solución era simple y la única posible: fusilamientos masivos.

miércoles, 14 de abril de 2010

El sindicalista

Lo escuchaba como quien oye llover. No le estaba prestando ni la más mínima atención porque sabía que lo que le estaba contando era totalmente falso. Sin embargo, asentía con la cabeza dándole la razón como a los locos. Era de esas personas que no paran de hablar ni debajo del agua y esto no lo soportaba pero no tenía más remedio. Era su jefe y se jugaba mucho si le decía que se callara un segundo pues era muy mal tomado. Podría costarle incluso el puesto de trabajo que tanto le había costado ganar a base de lamer culos y arrodillarse debajo de las mesas de grandes despachos. Aguantaría lo que fuese con tal de que no le quitaran su despacho, su coche oficial y su sueldazo. Pensaba que era un privilegiado pero a su vez creía que trabajaba mucho por y para sus colegas. Era la dura vida del sindicalista liberado.