La verdadera realidad la encontraréis bajo estas lineas

miércoles, 24 de noviembre de 2010

El sueño de la meretriz despechada

Tan solo pretendía tener una vida normal, sin sobresaltos, y sobretodo, sin gente que, aburrida de su propia existencia, no hacía otra cosa que inmiscuirse continuamente en la de los demás. Pero veía que eso no iba a ser posible. Ya le había intentado destrozar la vida por completo una vez y ahora volvía a la carga sin motivo ninguno. Solo por despecho, por maldad, por aburrimiento. Él estaba tranquilo porque era un hombre que cumplía su palabra y, además, tenía todas las pruebas contra la manceba que por segunda vez estaba intentando abatirlo pero lo que no podía consentir bajo ninguna circunstancia era que su familia sufriera. Lo estaba poniendo contra las cuerdas de nuevo pero esta vez no se iba a caer porque se había jurado a sí mismo, por lo que más quería en esta vida, que primero se llevaría por delante a quien hiciera falta aunque se escondiera en el fin del mundo, aunque no cogiera el teléfono, aunque se fuera a vivir a Pyongyang, aunque se rodeara de un ejército de falsas acusaciones, denuncias y papeles. Prefería pasar una vida relativamente plácida en la cárcel que soportar un calvario en una falsa libertad amenazado por una meretriz de tres al cuarto.
Rinngggg, ringggg. Oyó el despertador. Las seis y media. Afortunadamente había sido un sueño, una pesadilla tremendamente real, pero un sueño al fin y al cabo por suerte, sobretodo, para la alcahueta.

jueves, 18 de noviembre de 2010

El "Tigre Celta"

Apuró su pinta de cerveza negra mientras oteaba todas las mesas del pub intentando descubrir alguna cara amiga que le diera conversación y, sobretodo, compañía. La música era agradable, le gustaba, le encantaba. En esos mismos momentos estaba sonando "Tha Biodag Aig Mac Thómais" de McManus. Esa guitarra céltica era inconfundible. Pegó el último trago a la pinta y se retrotrajo al mundo mágico de Ávalon. Sentía que volaba como un halcón recorriendo los lugares mágicos de la isla esmeralda. Incluso percibía como el aire se le enrredaba en su media melena pelirroja haciéndola sonreír. Estaba en estado de semitrance, feliz, no deseaba por nada del mundo que se acabara ese momento. Malas noticias, la canción había finalizado y el barman había sintonizado en la televisión las noticias del canal RTÉ a hAon. Ya se había confirmado, el llamado "Tigre Celta" había sucumbido a los mercados y necesitaba un rescate financiero de inmensas proporciones comentaba el presentador. Se levantó maldiciendo a los malditos mecados, sin entender muy bien lo que pasaba ni quienes eran los que todo el mundo llamaba mercados. Salió a la calle. Respiró hondo. Por lo menos le quedaba el aire puro y fresco de Corcaigh.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Maldita ansiedad

Caminaba más deprisa de lo normal con la sensación incómoda de ser perseguido por alguien. Dobló la esquina y aceleró el paso con la esperanza de estar equivocado o, si estaba en lo cierto, de dar esquinazo al supuesto perseguidor. Había comenzado a sudar y a experimentar esa extraña sensación de mariposeo en el estómago producida por los nervios. Miraba hacia atrás y no veía a nadie tan solo la inmensa y oscura oscuridad de aquella noche sin luna. Jadeaba como un galgo en el sprint final de su carrera mientras continuaba su huida hacia adelante de no sabía muy bien que. ¿Se estaría volviendo loco? ¿Sería todo esto producto, una vez más, de su más que crónica ansiedad? Paró, se intentó tranquilizar y se daba ánimos para intentar regularse las pulsaciones que le iban a no menos de 170. Respiraba, ya por fin, más pausadamente y sacó de su bolsillo derecho una pequeña caja metálica donde guardaba su tesoro más preciado. Cogió un trankimazin de 1 miligramo y se lo iba a meter debajo de la lengua cuando sintió el filo de una afilada navaja en su cuello. Dame la pasta o te rajo ahora mismo fueron las palabras que le dijeron. La maldita ansiedad tiene estas cosas.

viernes, 5 de noviembre de 2010

El periódico occidental

Sentado en un rincón de la asquerosa y maloliente estancia sobre la alfombra de piel camello mauritano esperaba lo inevitable. Miraba el reloj de su muñeca y veía como la aguja corría a una velocidad vertiginosa. Apenas le quedaban dos horas de vida según le habían anunciado sus captores. Sudaba, en realidad era un sudor frío aunque la temperatura sobrepasaba los cincuenta y tres grados centígrados. Sabía que su final estaba cerca, muy cerca y por ello le daban mareos, palpitaciones y continuas taquicardias.
- Quizás con un poco de suerte no dure más de un par de minutos, se pensó creyendo que le iba a dar un síncope.
 Pero desconocía los límites a los que puede llegar un cuerpo humano en condiciones extremas. De repente se abrió la puerta y una figura vestida totalmente de negro con túnica, turbante y metralleta le acercó un periódico occidental. Lo agarró como su última tabla de salvación, esperaba noticias, buenas noticias. El titular rezaba así:
"El gobierno defiende que no prevalezca el apellido del padre"
No se lo podía creer, lo habían condenado a muerte sus propios compatriotas desde el principio simplemente por no enfrentarse al fanatismo del fanático.