La verdadera realidad la encontraréis bajo estas lineas

jueves, 24 de noviembre de 2011

El mago

El mago señaló hacia el cielo con el dedo y toda la muchedumbre giró la cabeza intentando vislumbrar algo. No había nada. Una vez más, la nada. Seguían esperando alguna señal, algún truco, alguna paloma blanca salida de la chistera negra que les diera esperanzas para poder seguir yendo al circo con alegría y no como aquel que va al matadero. Hacía mucho tiempo que ya no sonreían bajo la carpa de colores, demasiado. Tampoco había niños. Solo quedaban mercaderes de almas y bonos basura, que traficaban con primas de riesgo, y un mago.

jueves, 3 de noviembre de 2011

La escribana

La voz sonó fría y distante a la par que firme y autoritaria. Ella respiró profundamente antes de coger una vez más la pluma y mojarla en el tintero que tenía sobre la mesa de roble ubicada al fondo de la estancia. Se relajó y comenzó a pensar en parajes ilídicos, en lugares remotos, perfectos, virginales. Su mano comenzó a moverse rauda y veloz sobre el papel. Las palabras vacías iban y venían en su mente y se plasmaban en la cuartilla a una velocidad de vértigo. El tintero se iba secando con la misma velocidad que iba engordando el montón de hojas escritas y pintarrajeadas. La tenían por escribana y eso la humectaba.

lunes, 24 de octubre de 2011

Adelina

Adelina se puso roja como un tomate. Su cara era el vivo retrato de la playa de la Malvarrosa en la noche de San Juan. La vergüenza que sintió fue mayúscula cuando descubrieron el secreto que llevaba años ocultando. En esos momentos quería que se la tragara la tierra y no sabía donde meterse. Había estado más de un lustro disfrutando de lo prohibido pero aquel día se había acabado irremediablemente para siempre. Le faltaba el aire que apenas podía entrar en sus pulmones debido a lo agitado que se encontraba su sistema nervioso, le daban arcadas y mareos, tenía sudoración y palpitaciones. Nunca más podría ya disfrutar de un cigarrillo en la sala de espera de aquel frio hospital. Ahora, lo tendría que hacer a la luz de la luna.

miércoles, 20 de julio de 2011

La señora y el ascensor

Tenía su mano derecha apoyada en la barandilla de metal de las escaleras que daban acceso a su vivienda. Sus uñas eran largas y estaban pintadas de un carmesí brillante que hacía juego con sus labios. Estaba enfundada en un minivestido negro con medias y zapatos de tacón de aguja del mismo color. Se sentía la reina de las diosas. Sonó el teléfono. Se acercó y lo cogió de mala gana. Preguntaban por su marido. Era urgente.
- No puedo atenderlo, estaba a punto de coger el ascensor, exclamó y acto seguido colgó el aparato. Salió muy segura de la estancia creyéndose la tía más buena del mundo. A veces hasta se le olvidaba a ella misma que tenía cincuenta y cinco años y no se daba cuenta que la mayoría de hombres la miraban por la propia genética masculina y por su exhuberancia a la hora de vestir. Cerró la puerta de casa y se dirigió al ascensor. Lo llamó y se dispuso a buscar un cigarrillo en su bolso Louis Vuitton. Se encendió la luz y se abrió la puerta. Sintió el frío metal atravesar su abdomen mientras una voz le decía:
- Señora, cojamos el ascensor.

jueves, 24 de febrero de 2011

"Por tí, por mí, por nosotros"

Alzó la vista y no fue capaz de ver nada más que aquel inmenso cartel en medio de la autopista. Era un cartel oscuro casi negro con unas letras blancas y ovaladas que rezaban: "Por tí, por mí, por nosotros". Se detuvo y lo observó muy detenidamente mientras repetía una vez tras otra ese estúpido eslogan: "Por tí, por mí, por nosotros". Parecía un antiguo disco de vinilo en el que la aguja llegaba al final, chocaba contra el papel donde ponía el artista y el nombre del LP y saltaba hacia el final de la última canción repitiendo siempre lo mismo. Le parecía una payasada pero, en realidad, no podía parar de decirlo. El "Por tí, por mí, por nosotros" bullía en su cabeza como un incesante vaivén en una fiesta abarrotada de gente. Quien quiera que fuera el que haya inventado la campaña de marketing ha estado acertado, ha conseguido su objetivo, pensó en su fuero interno. Reanudó la marcha y esa machacona y repetitiva cantinela lo perseguía por la A-8 camino de casa. El trastorno obsesivo compulsivo que poseía estaba de nuevo haciendo de las suyas. "Por tí, por mí, por nosotros" repetía una y otra vez mientas se metía dos pastillas en la boca para intentar controlar las compulsiones. No se había dado cuenta de que era época de elecciones.

lunes, 27 de diciembre de 2010

El mundo de Mon

Mon era un director de cine muy mediocre, más bien era un director de cine pésimo aunque él, a sabiendas de sus limitaciones, no hacía otra cosa que tirarse flores y criticar el trabajo de todos sus colegas. Tenía el típico complejo de inferioridad no reconocido que proyectaba al experior intentando darle la vuelta a la tortilla queriendo hacer de todos sus defectos virtudes. La envidia lo corroía por dentro. Sabía que no daba más de si, quizás era por eso. Tenía buenos contactos que se había labrado a base de andar de rodillas por los despachos de la sede del partido político que llevaba ejerciendo la hegemonía durante más de treinta años en su tierra. Su jefe era el marido de la tipa que repartía las subvenciones para el cine de la lengua minoritaria en la que rodaba y que sin embargo, que paradoja, él no hablaba. Se ponía muy nervioso cada vez que salía algo al mercado que él o sus compinches no controlaban no fuera a ser que se les acabara el chollo y despotricaba en cualquier periódico o medio de comunicación sin ni siquiera haber visto el producto. Perdía los nervios con facilidad y fumaba. Fumaba sin parar, sin control. Esa era una de sus señas de identidad, otra era verle con las manos en los bolsillos mientras los cámaras hacían los planos que él les ordenaba de sus, valga la redundancia, infumables productos. Ese era su mundo el mundo de Mon.

martes, 14 de diciembre de 2010

El muelle de Gouvan

Era una noche muy oscura. Llovía y hacía frío, un frío húmedo y cortante que se calaba lentamente por la ropa llegando a tocarte el mismo tuétano de los huesos con sus yemas heladas. El muelle era ya de por si un sitio lúgubre y sombrío pero aquella noche parecía aún más terrible debido a las fantasmagóricas formas que dibujaba la niebla entre los derruídos edificios. Avanzaba rápidamente desde la negra mar hasta las grúas de carga, colándose por todos los rincones, cubriendo todas las superficies con su manto blanco atomizado en millones de diminutas partículas de agua. Y allí estaba Gouvan esperando la señal. Conocía aquellos embarcaderos como la palma de su mano, no en vano, se había criado en ellos pero ahora las cosas habían cambiado mucho. Todo se había vuelto más complicado y peligroso y aunque él fuera perro viejo aquello, sin lugar a dudas, no era lo mismo, ahora había mucha gente en el oficio. Divisó una luz a lo lejos, una especie de linterna realizando círculos. Ya están aquí, pensó. Se equivocaba. Se dispuso a preparar, como siempre, el maletero del coche para meter la mercancía, arrancó el motor y dio las luces. Encendió un pitillo tranquilamente y ahí se comenzó a dar cuenta de que algo marchaba mal. La luz seguía en el mismo sitio y nadie se acercaba al lugar concertado. Tengo que dejar este trabajo, juro por mi vida que hoy mismo es mi última entrega, tengo que dejarlo o esto me va a llevar a la tumba, mascullaba Gouvan. En ese mismo instante de ensimismamiento llegaron hasta él. La escena era dantesca, verdaderamente dantesca. Tenía ante sí a un hombre de unos cincuenta y seis años gordo y trajeado acompañado de una jovencita de no más de veinte con una mini falda de lentejuelas color plata y un top negro con un escote que dejaba ver el alma.
- ¿Me has hecho venir hasta aquí para esto?, dijo Gouvan encolerizado.
- Quería probar sabia nueva, se limitaron a responder
No pudo más, era demasiado. Le habían hecho ir hasta su Bretaña natal para hacer el ridículo con una simple transación de un millón de euros y encima tenía que aguantar a aquel asqueroso corrupto con aquella muñeca del Este presa de alguna mafia ubicada en la costa del sol. Sacó su pistola y le descerrajó 5 tiros en la cabeza al concejal de urbanismo de turno. A la puta que lo acompañaba le prestó su abrigo y le dio cincuenta euros para el taxi. Su vida como conseguidor había llegado a su fin. Su relación con los políticos había quedado finiquitada.