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jueves, 17 de diciembre de 2009

El infarto

Apuró la cerveza y salió del bar. LLegaba tarde a casa donde lo esperaba su mujer. Otra vez más tenía que llevarla a comprar y eso no lo soportaba. Era superior a él. De escaparate en escaparate, de tienda en tienda. Era una cosa insufrible. Y ahora con las fiestas la cosa sería peor que la última vez donde tuvo que aguantar seis horas maratonianas cargado de bolsas como un pollino. Lo pensaba y le entraban sudores fríos y escalofríos. Sabía que era inútil resistirse pero aún así su mente iba fraguando una historia que le sirviera como excusa. Pensaba decirle que se encontraba mal, que tenía dolor de barriga, de estómago o de cabeza pero sabía que eso no colaría, es más, no lograría engañar a su mujer de ninguna manera. Seguía sudando en frío y ahora le había empezado un ardor de estómago que le hacía presagiar el inminente ataque de ansiedad. LLegó a casa con palpitaciones y mareos. Tenía el corazón a 210 pulsaciones. Abrió la puerta y vio a su mujer preparada y dando los últimos retoques de maquillaje frente al espejo. Su corazón no lo pudo soportar.

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