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jueves, 17 de diciembre de 2009

El enfermo

La enfermedad le impedía hacer cosas normales. No podía saltar, ni correr, ni caminar, en realidad, no podía ni salir de casa. Ni siquiera de su habitación. Sus amigos hacía mucho tiempo que habían dejado de preguntar por él. Ya ni lo echaban en falta. Su madre le llevaba la comida a la habitación y él ni la miraba, la enfermedad había llegado a su punto más álgido. Su carácter se había agriado como el vino malo en barrica de pino. Llevaba más de tres años en estado semicomatoso delante de su ordenador.

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