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lunes, 28 de diciembre de 2009

Aeroparque

Aeropuerto de Aeroparque, Buenos Aires, 07.30.
Tenían que ir a Tucumán. Charlaban de cosas sin importancia mientras empujaban el carrito con las maletas por el ancho pasillo donde se encontraban los mostradores de facturación de las diferentes aerolíneas. Ellos estaban buscando el suyo. Creían haberlo encontrado casi al final de la larga avenida cuando de repente las vieron. Eran tres. La primera era gorda y exhuberante. Rondaría los sesenta años. Tenía en la cabeza una especie de collar de monedas doradas que le pasaba por el medio de la frente. Un camiseta verde muy ajustada que le marcaba las grandes tetas que poseía. Las lorzas le salían entre la camiseta y la falda que era de mil colores y casi transparente. Parecía la mayor de ellas. En los pies unas sandalias. La segunda tenía un panuelo rojo atado a la cabeza. La camiseta era azul y de manga larga y la falda larga hasta el suelo y de color amarillo chillón. Estaba entrada en carnes y aparentaba unos treinta años. Calzaba playeros sin calcetines. La última tendría unos treinta y cinco o cuarenta años. También gorda y con camiseta y falda larga de colores llamativos y chillones. Calzaba sandalias con las uñas pintadas en rojo putón. Llevaba el pelo suelto y con una capa de mierda y grasa que daba arcadas al más pintado. La melena le llegaba a la cintura. Ellos se quedaron parados mirándolas un largo periodo de tiempo. Después se miraron tratando de aguantar la risa. Ya estaban bautizadas. Eran la Porcona Raquel, Mamá Rosario y la Zíngara.

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