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viernes, 11 de diciembre de 2009

Caminando por Blimea

Iban de lado a lado. La acera se les quedaba estrecha y todo el mundo se les quedaba mirando. A ellos les daba igual. Cagaban para los cientos de prejubilados que había en los bares y aceras de Blimea. Ellos habían trabajado duro para pagarles 3000 euros al mes a aquellos bastardos de 45 años que probablemente tardarían otros tantos en espicharla. A Ginio y a Pepe eso les dolía. Sabían que esa chusma era la sentencia de muerte definitiva para su país por eso se habían dado a la bebida. El gincola era su única y mejor compañía y no querían otra. Lo habían dado todo y ahora ellos recibían la compensación más ingrata en forma de garrafón y bebidas extranjeras. Pero les daba igual ellos seguían caminando por Blimea.

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