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lunes, 27 de diciembre de 2010

El mundo de Mon

Mon era un director de cine muy mediocre, más bien era un director de cine pésimo aunque él, a sabiendas de sus limitaciones, no hacía otra cosa que tirarse flores y criticar el trabajo de todos sus colegas. Tenía el típico complejo de inferioridad no reconocido que proyectaba al experior intentando darle la vuelta a la tortilla queriendo hacer de todos sus defectos virtudes. La envidia lo corroía por dentro. Sabía que no daba más de si, quizás era por eso. Tenía buenos contactos que se había labrado a base de andar de rodillas por los despachos de la sede del partido político que llevaba ejerciendo la hegemonía durante más de treinta años en su tierra. Su jefe era el marido de la tipa que repartía las subvenciones para el cine de la lengua minoritaria en la que rodaba y que sin embargo, que paradoja, él no hablaba. Se ponía muy nervioso cada vez que salía algo al mercado que él o sus compinches no controlaban no fuera a ser que se les acabara el chollo y despotricaba en cualquier periódico o medio de comunicación sin ni siquiera haber visto el producto. Perdía los nervios con facilidad y fumaba. Fumaba sin parar, sin control. Esa era una de sus señas de identidad, otra era verle con las manos en los bolsillos mientras los cámaras hacían los planos que él les ordenaba de sus, valga la redundancia, infumables productos. Ese era su mundo el mundo de Mon.

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