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martes, 23 de marzo de 2010

El revisor y las pipas

Estaba todo muy claro, el cartel rezaba con letras bien grandes de color negro sobre fondo blanco: Prohibido comer por respeto a los pasajeros. Eran las siete y veinte de la mañana y el revisor hacía su trabajo como de costumbre. El tren transcurría entre valles verdes como la esmeralda y arroyos serpenteantes y dulces como la miel con un traqueteo agradable para el viajero hasta que un sonido interrumpió la sensación de bienestar del todo el vagón. Era un clic, clic, clic seguido de un puffff. Un tipo de unos cuarenta y cinco años estaba comiendo pipas en el tren y escupiendo los cascos al suelo. El revisor abrió los ojos como platos porque no se podía creer lo que estaba viendo. No es que ya estuviera lo suficientemente claro en el cartel, tampoco es que fueran poco más de las siete de la mañana, es que estaba también, para mas inri, escupiendo los cascos al suelo. El trabajador se acercó a él y muy educadamente le pidió que cesara en su tarea. El hombre se levantó y sin mediar palabra le propinó un puñetazo en la nariz que le fracturó el tabique nasal. El revisor que se llamaba Juan cayó al suelo por culpa de la brutalidad del golpe. El animal le comenzó a dar patadas en la cabeza hasta que lo dejó inconsciente en el suelo. Nadie se levanto a ayudarlo. A las ocho y treinta y dos minutos de la tarde, Juan el revisor, fallecía en la Uvi del hospital. Al asesino todavía lo están buscando.

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