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lunes, 14 de diciembre de 2009

El día señalado

Llevaba tiempo esperándolo y por fin el día señalado había llegado. Tenía muchas ganas de sentir esa extraña sensación en su piel. Ese hormigueo constante producido por los nervios del que espera impaciente que llegue su hora. Empezaron sus primeras contracciones. Sudaba. Sabía que el dolor iba a ser cosa de unos minutos, quizás horas pero merecería la pena. Se acostó en la camilla, abrió las piernas y se puso a empujar con todas sus fuerzas. Las gotas de sudor se acumulaban en su piel como perlas del Pacífico. Se concentraba en poder expulsarlo con la mayor premura posible y con el menor dolor pero las punzadas agudas le recorrían todo el cuerpo hasta hacerla estremecerse. Seguía empujando cada vez con más fuerza, estaba exhausta, creía que no lo iba a poder conseguir cuando por fin...
Pfffffffff, lo había conseguido, por fin después de tanto tiempo. El olor de la bufa inundaba toda la estancia. Había sido el mejor pedo que había oído y olido en su vida.

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