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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Maldita ansiedad

Caminaba más deprisa de lo normal con la sensación incómoda de ser perseguido por alguien. Dobló la esquina y aceleró el paso con la esperanza de estar equivocado o, si estaba en lo cierto, de dar esquinazo al supuesto perseguidor. Había comenzado a sudar y a experimentar esa extraña sensación de mariposeo en el estómago producida por los nervios. Miraba hacia atrás y no veía a nadie tan solo la inmensa y oscura oscuridad de aquella noche sin luna. Jadeaba como un galgo en el sprint final de su carrera mientras continuaba su huida hacia adelante de no sabía muy bien que. ¿Se estaría volviendo loco? ¿Sería todo esto producto, una vez más, de su más que crónica ansiedad? Paró, se intentó tranquilizar y se daba ánimos para intentar regularse las pulsaciones que le iban a no menos de 170. Respiraba, ya por fin, más pausadamente y sacó de su bolsillo derecho una pequeña caja metálica donde guardaba su tesoro más preciado. Cogió un trankimazin de 1 miligramo y se lo iba a meter debajo de la lengua cuando sintió el filo de una afilada navaja en su cuello. Dame la pasta o te rajo ahora mismo fueron las palabras que le dijeron. La maldita ansiedad tiene estas cosas.

2 comentarios:

  1. Me recuerda mucho al estilo de uno de los grandes maestros de todos los tiempos: Horacio Quiroga. Y por supuesto Córtazar (La Noche boca arriba), Borges (El Sur), etc.
    Keep going Grand Master!!
    Andrés

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  2. Me ha gustado mucho el relato...Espero sigas publicando. Has conseguido ENGANCHAR un nuevo LECTOR (y mira que es dificil conseguir que YO me ponga a leer)

    Un fuerte abrazo
    PaCo

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