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jueves, 28 de octubre de 2010

La hija de papá

Le dijo que si una vez más. Él asintió con la cabeza queriendo creerla aunque en su interior ya conocía la verdad. Seguro que sería mentira una vez más pero le iba a dar un nuevo margen de confianza. Se cogieron de la mano y comenzaron a caminar por el pequeño sendero que bordeaba el serpenteante riachuelo. Estaban rodeados de un precioso bosque de castaños, robles y pequeñas manchas de abedules centenarios. Llegaron a un pequeño claro donde había un tronco viejo y áspero tirado en el suelo, quizá, por la acción de alguna tormenta, que bien podía realizar la función de improvisado banco y se sentaron a descansar. La charla era animada y el paisaje de cuento de hadas. Él sentía que tocaba el cielo con la yema de sus dedos.
- ¿Me excusas un momento?, le dijo ella, tengo que ir a mear
- Sí por favor, replicó él
Mientras la veía perderse entre los árboles pensaba en su vida juntos, en la pasada y en la futura y se le dibujaba una sonrrisa en la cara.
Pasaron cinco minutos y ella no volvía, esto le hizo preocuparse. Se levantó y fue en su busca. Anduvo unos 50 pasos y allí estaba. Se encontraba sentada en el suelo, sangrando por la nariz y con el "pollo" encima de la cartera que tenía cogida con su mano derecha. No se podía mover, ni siquiera hablar, del subidón que tenía. Él ya lo sabía, sabía que aquella hija de papá no iba a aprender nunca.

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