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miércoles, 17 de marzo de 2010

Muerte tranquila

Apuraron su gincola hasta el final sin variar ni un ápice su rostro castigado por los años. Con una mirada se lo decían todo. Llevaban tantos años juntos que la complicidad había llegado a niveles de paranoia. Habían pasado muchas penurias juntos, muchas complicaciones y también muchas alegrías. Estaban apoyados, como siempre, en la barra del bar y explicaban a los que les prestaban atención el amor que tenían por su país y lo bien que vivían ahora después de haber trabajado en infinidad de actividades y haber dejado más de media vida en la madera. Sí, habían estado también trabajando en la madera en los montes de California, en Suiza, en Francia y en el norte de Italia. Y allí, entre montes aislados era donde se habían aficionado a la bebida. No podían pasar ni un par de horas sin meter algo de alcohol en el cuerpo. Sabían que se estaban matando pero les daba igual. Estaban asqueados de ver la chusma que los rodeaba y sin embargo eran felices, se sentían superiores y tenían la tranquilidad de haber visto mucho mundo. Ginio y Pepe ya no esperaban nada de la vida, solo el placer de morir tranquilos con un gincola entre los labios.

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